La mejor película de la semana es una bomba de relojería llena de sangre, vísceras y humor con mala leche
Un festival del terror más bestia
El género de terror sigue siendo una barrera insalvable para muchos, pero de vez en cuando se mete en la conversación general a base de martillazos. Una de las películas de la temporada sin duda tiene mucho bombardeo de sangre y de vísceras, mucho horror corporal, pero ha conseguido ser un fenómeno potente.
Esa película es La sustancia, la mejor película que va a poderse ver en streaming esta semana, ya que hace su esperada llegada a través de las plataformas de Filmin y Movistar+. Coralie Fargeat escribe y dirige este show desatado que protagonizan unas Demi Moore y Margaret Qualley dignas de premios.
Elisabeth Sparkle es una actriz cuyos mejores años ya han pasado. Tras ser finalmente despedida por el sexista jefe del estudio, Harvey, lo que significa que ya no tiene ingresos regulares ni puede conseguir otros papeles debido a su edad, cae en una peligrosa espiral descendente de desesperación.
Un día descubre una misteriosa empresa que le ofrece una sospechosa sustancia que promete transformarla en una versión mejor de si misma. Las reglas son sencillas y no negociables. Si acepta la inyección con la cura milagrosa, deberá pasar exactamente una semana en su cuerpo "mejorado", seguida de una semana en su cuerpo real, y así sucesivamente. Si se rompe este ritmo, las consecuencias son nefastas.
Fargeat da forma a esta loca pesadilla a partir de la falta de oportunidades interesantes tras el culto de su debut Revenge. Varias ofertas de Hollywood, incluyendo Marvel, le resultaban poco llamativas ante la falta de control creativo, motivo por el cuál decidió que el guion que iba a elaborar iba a ser puramente su visión.
De ahí que La sustancia acabe llevando más lejos aún la encendida propuesta feminista con la que aborda el genero. Llevando al extremo más satírico la mirada masculina a los cuerpos de las mujeres, consigue una denuncia con bastante mala leche y también mucha diversión, introduciendo también en el proceso referencias a ídolos como David Cronenberg o Stuart Gordon.
De ahí que la orgía final de la película, donde cada transformación se termina volviendo más grotesca que la anterior, sea un cañón que pueda descolocar al espectador medio. Aun así, este no puede sino sentir curiosidad malsana por meterse en sus aguas sucias, en su espectáculo sangriento que termina siendo absolutamente sensacional.